En la mayor parte del Sur Global, los curanderos tradicionales superan en número a los trabajadores de la salud mental, constituyendo el sistema de atención sanitaria al que la población local tiene acceso y en el que confía. En un artículo reciente, publicado en el Health and Human Rights Journal, José Carlos Bouso (director científico de ICEERS) y Constanza Sánchez (directora de Derecho, Política y Derechos Humanos) abordan la necesidad de incluir las prácticas de curación tradicionales en el programa de salud mental global.

El movimiento salud mental global (GMH), cada vez más importante, se basa en los principios de respeto de los derechos humanos y los tratamientos basados en evidencias. Sin embargo, sigue privilegiando los enfoques psicológicos occidentales frente a los tratamientos de la medicina tradicional. En palabras de los autores, «hay una escasez de documentos institucionales y propuestas internacionales de GMH que consideren la posibilidad de invertir en las prácticas e investigaciones de la medicina tradicional».

Los investigadores describen cómo en un mundo globalizado, los curanderos tradicionales están viajando para prestar servicios en los países occidentales, de la misma manera que los occidentales viajan para acceder a los tratamientos tradicionales. «Así, coexisten diferentes sistemas médicos, respaldados por sus respectivas epistemologías. Si las prácticas y epistemologías tradicionales no se abordan adecuadamente en el movimiento GMH y en los planes de acción de salud mental de la OMS, esto puede suponer un desafío para los derechos humanos relacionados con la salud», aseguran.

Así pues, el derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental y el derecho a gozar de los beneficios del progreso científico y sus aplicaciones requiere un enfoque en cuestiones de salud que valore la medicina y la atención sanitaria tradicionales. Estos derechos, por ejemplo, no siempre se garantizan para los pueblos indígenas cuando se trata de proteger el acceso a las medicinas y prácticas de salud tradicionales. Concretamente, corren el riesgo de que se violen sus derechos cuando otros sistemas políticos, como las políticas sobre drogas, impiden a las personas viajar con sus medicamentos (como la ayahuasca o la iboga).

Medicamentos psicoactivos para la salud mental

En lo que respecta al tratamiento de las enfermedades mentales, el enfoque de la ciencia occidental se ha centrado más bien en el tratamiento de los síntomas y no ha obtenido demasiado éxito abordando la raíz del problema.

Si bien la psicología occidental y los enfoques tradicionales pueden compartir métodos similares, como el uso de diversas sustancias, sus enfoques curativos se basan en diferentes visiones del mundo. Según los autores, «tanto los tratamientos científicos como los tradicionales en salud mental suelen incluir compuestos psicoactivos. Sin embargo, la biomedicina considera que los trastornos mentales son desequilibrios bioquímicos que las drogas psicoactivas pueden restablecer; mientras tanto, la medicina amazónica considera que las fuerzas espirituales están actuando y se utilizan plantas psicoactivas para armonizar al individuo con el mundo espiritual circundante. Esta armonización trata de lograr un alineamiento entre el individuo, la comunidad, el ecosistema e incluso el territorio geográfico».

Por consiguiente, las prácticas tradicionales tienen una visión más holística, dando mayor importancia al entorno en el que surgen los trastornos mentales. Y un mayor número de personas de todo el mundo se interesan por estos enfoques, los cuales también se han convertido en un área de creciente investigación. Por ejemplo, investigadores de Brasil han explorado el uso de la ayahuasca para el tratamiento de la depresión.

Los autores afirman que este creciente interés «sugiere que el paradigma GMH podría llevar a un punto de inflexión en el que, contrariamente a la suposición de que el modelo occidental de salud mental debería expandirse y se expandirá, estamos en cambio siendo testigos de la expansión de las formas tradicionales de curación más allá de sus contextos nativos. Esto es evidente en el caso de las plantas psicoactivas de uso tradicional y ritual, incluida la ayahuasca»